Dependencia Emocional
A pesar del aumento en los casos de dependencia emocional entre pacientes, este es un fenómeno poco abordado por los profesionales de salud mental, ya que no se encuentra en las clasificaciones actuales de trastornos mentales y del comportamiento (DSM-V o CIE-11), apenas se menciona en la literatura científica y rara vez aparece en congresos, manuales de psicología, psiquiatría o psicoterapia.
No obstante, esta se entiende como aquella necesidad extrema de carácter afectivo que una persona siente hacia su pareja a lo largo de sus diferentes relaciones, en la que surgen comportamientos de sumisión, pensamientos obsesivos en torno a la pareja y sentimientos intensos de miedo al abandono.
¿Por qué existe y cómo se mantiene?
En una investigación desarrollada por Hoyos en el 2007, la cual tenía como finalidad identificar los patrones de pensamiento irracionales y negativos principales que podrían distorsionar la percepción de la realidad de un grupo de participantes con dependencia emocional, se encontró que los deberías y la falacia de control eran las distorsiones predominantes que reforzaban los esquemas de dependencia.
En este sentido, los deberías son una distorsión cognitiva que implica procesar la información con estándares muy altos, rígidos e inflexibles, considerando cualquier desviación como intolerable; esta distorsión puede llevar a imponer reglas excesivas y suposiciones irracionales sobre cómo deben ser las relaciones interpersonales, basadas en ideales románticos.
Por otro lado, en la falacia de control los dependientes emocionales muestran pensamientos como: «Si otros cambiaran su actitud, yo me sentiría mejor», «Yo soy responsable del sufrimiento de los que me rodean» y «Soy una víctima de mis circunstancias». Estas ideas llevan a los dependientes emocionales a asumir la responsabilidad de cambiar el comportamiento de su pareja, adoptando una actitud de “salvador” o buscando una seguridad que compense la angustia derivada de la pérdida de control ante situaciones como los de una ruptura, llevando al dependiente a hacer cualquier cosa para recuperar el equilibrio alterado.
Entonces, ¿qué hacer?
A través de la identificación y reestructuración de patrones de pensamiento irracionales, la terapia cognitivo-conductual le permite a los consultantes desarrollar una visión más realista y flexible de sus relaciones, aprendiendo a establecer límites saludables, mejorar su autoestima y fomentar la autonomía emocional. Este proceso no solo disminuye la dependencia emocional, sino que también mejora la estabilidad emocional y la calidad de las relaciones interpersonales, promoviendo un bienestar integral.